I
La noche de los gatos pardos me toca
con su hondura descarnada,
las escamas rugosas, de iguana antigua.
La parte invisible del universo
agolpándose al corazón, susurra
sombras para la luna de mi piel.
No hay nada más que lo que falta
cuando existe el silencio.
II
yo que me tapo la boca. yo que hago silencio,
y me tapo la boca.
Y no me despierto,
en qué me he transformado.
Afuera
dos átomos chocan en el plexo
de la existencia.
Parece el después de la bomba atómica,
parece Hiroshima,
y yo sigo
que me tapo la boca,
mientras busco el Ginkgo
eterno. Buso el aire. Solamente el aire.
La autopista azul del viento.
Abro los brazos, y abro las piernas.
La boca, la abro, esperando la bocanada.
Aire. Solamente aire.
Me saco la mano de la boca,
buscando una gota;
y vuelvo con la mano en la boca.
III
La noche del silencio afuera viene a buscarme,
a ofrecerme el sueño, y yo lo rechazo.
Tengo miedo de no despertarme,
o de que lo oscuro sea el siempre,
y el siempre sea eterno.
La parte sombra que oculta el pasado
se agiganta y no para de hacerme
decrecer.
No hay más ruido que el que sobra,
cuando queremos dormir la siesta.
IV
la boca,
esta boca, boba,
muda,
mientras el mundo habla
pavadas,
boca amoratada,
boca mía, boca tuya
te pido sólo,
el beso de las buenas noches.
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